Lo que aprendí montando bicicleta
- Lic. Karla Da Cruz
- 11 oct 2024
- 4 Min. de lectura
Aprendí a montar bicicleta cuando tenía 15 años. No fue fácil, y como muchos, tuve mis caídas. Durante mi adolescencia, me encantaba salir a rodar, pero nunca me alejaba mucho de donde vivía. Aunque disfrutaba esos paseos, nunca imaginé que años después la bicicleta se convertiría en una parte tan importante de mi vida durante mi adultez.
Este año, tomé una decisión que había estado postergando por mucho tiempo: ir al trabajo en bicicleta. Para algunos, un trayecto de 5 km podría parecer insignificante, pero vivir en Lima, una ciudad conocida por tener el peor tráfico del Perú, le da un toque diferente a la experiencia. El solo pensar en lanzarme al tráfico de una de las ciudades más caóticas me daba miedo. Pero también me motivaba una fantasía recurrente: la de llegar a mi trabajo sin depender de los micros. Estaba harta de los micros, de los atascos, y sobre todo, de la ansiedad que me generaba estar atrapada en esos recorridos interminables.
"Lo que más me detenía no era solo el tráfico, sino también la falta de coordinación y resistencia. Pero con cada pequeño paso, el miedo se transformó en seguridad, y ese trayecto en bicicleta se convirtió en mi momento de conexión conmigo misma."
El inicio del reto
Lo que más me detenía no era solo el tráfico, sino también el hecho de que nunca he sido muy buena coordinando mis movimientos. No tenía la resistencia necesaria para hacer el recorrido completo. Así que me preparé con pequeñas rutas cercanas a casa, entrenando poco a poco, hasta que un día, me decidí. Aquel primer viaje fue una mezcla de nervios, miedo y emoción. Me asustaba la idea de que un carro me golpeara o peor, que me atropellaran. Pero algo dentro de mí me impulsaba a seguir.
El miedo se convierte en seguridad
Con el tiempo, el miedo empezó a transformarse en seguridad. Aprendí a convivir con el tráfico, a moverme con confianza entre los autos y a mantener la concentración. Cada vez que llego a mi trabajo, siento una satisfacción enorme. No solo porque lo logré, sino porque ese trayecto en bicicleta se ha convertido en mi momento de conexión conmigo misma. Ya no pienso en exceso como cuando iba en micro, más bien ahora me concentro en el camino, en el presente, en el simple acto de rodar.
Lo que me enseñó este viaje
Este proceso me ha dejado varias lecciones, y quiero compartir algunas de ellas:
Desarrollar una habilidad toma tiempo: No fue fácil al principio, pero empezar de menos a más me permitió ir ganando confianza.
Retarse físicamente es posible: Pensé que nunca tendría la resistencia para esos 5 km, pero con práctica, lo logré.
El miedo se supera: El tráfico de Lima es aterrador, pero ahora manejo con más seguridad.
La respiración lo cambia todo: La respiración diafragmática me ha dado mayor resistencia y calma.
Agradecer lo simple: Cada vez que llego a casa sana y salva, agradezco. Agradezco por mi cuerpo, por mi seguridad y por el simple hecho de haber llegado a salvo.
Vivir en el presente: Estar en la bicicleta me obliga a concentrarme en el aquí y el ahora, y eso ha sido un alivio para mi mente.
Rodar me da placer: La sensación de libertad que siento al rodar es incomparable. Es uno de esos placeres simples que me recuerdan lo bueno de estar viva.

Montar bicicleta no solo ha cambiado la forma en que me traslado, sino que también ha cambiado la forma en que veo la vida. Me ha enseñado que los miedos se pueden superar, que el cuerpo tiene más capacidad de lo que pensamos, y que la gratitud y el disfrute de lo simple pueden surgir en los lugares más inesperados.
"Los grandes cambios no solo suceden en nuestra mente, sino también en nuestro cuerpo. Cuando movemos nuestro cuerpo, entrenamos nuestra mente para enfrentar los desafíos de la vida."
Llevando este aprendizaje a otros aspectos de la vida
Lo más valioso que me ha enseñado este viaje en bicicleta es que los grandes cambios no solo suceden en nuestra mente, sino también en nuestro cuerpo. Al enfrentar un desafío físico, como lo fue aprender a moverme en el caos del tráfico, descubrí que mi cuerpo y mente están profundamente conectados. Cuando empujamos nuestro cuerpo a nuevos límites, también estamos entrenando nuestra capacidad mental para afrontar los desafíos de la vida.
Este proceso de integrar lo corporal no solo me sirvió para superar el miedo a la bicicleta o al tráfico, sino que me ha enseñado que cualquier reto, ya sea emocional, personal o profesional, se puede abordar desde esta misma perspectiva. Al movernos, al respirar conscientemente y al escuchar a nuestro cuerpo, podemos ganar la fuerza y la claridad que necesitamos para dar esos pasos difíciles.
Así como la bicicleta me llevó a enfrentar mis miedos y vivir el presente, cualquier cambio que busquemos en nuestra vida se puede potenciar al integrar lo físico. Ya sea comenzar a hacer ejercicio, aprender algo nuevo o simplemente movernos más, cuando el cuerpo entra en acción, la mente también se transforma. El camino hacia cualquier meta comienza con un solo paso, y el movimiento puede ser el catalizador que necesitamos como impulso hacia adelante.
Comments